La Infancia Espiritual:
Un Camino de Regreso a Dios
La frase "tenemos que volver a ser niños para llegar a Dios" resuena en diversas tradiciones espirituales como una poderosa metáfora sobre la humildad, la pureza y la receptividad necesarias para conectar con lo divino. No se trata de una regresión literal a la infancia, sino de adoptar ciertas cualidades inherentes a la niñez que a menudo se pierden con la madurez y las complejidades del mundo adulto.
En el contexto cristiano, esta idea se encuentra directamente en las palabras de Jesús en Mateo 18:3: "Y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos." Esta afirmación no es una invitación a la inmadurez o la irresponsabilidad, sino una exhortación a cultivar ciertas actitudes y características propias de los niños que son esenciales para una relación genuina con Dios.
¿Cuáles son estas cualidades infantiles que nos acercan a lo divino?
- Humildad: Los niños son inherentemente humildes. Reconocen su dependencia de los adultos para su cuidado y sustento. No están cargados de la arrogancia del conocimiento o el orgullo de los logros. Para acercarnos a Dios, necesitamos despojarnos de la soberbia y reconocer nuestra dependencia total de Él.
- Sencillez y Pureza de Corazón: Los niños tienden a ver el mundo con ojos sencillos y un corazón puro. No están contaminados por la malicia, el cinismo o las agendas ocultas que a menudo nublan el corazón adulto. Para conectar con la pureza de Dios, necesitamos esforzarnos por limpiar nuestro corazón de la amargura, el resentimiento y la doblez.
- Confianza y Fe: Los niños confían plenamente en sus padres. No cuestionan constantemente su amor o su capacidad para proveer. De manera similar, para acercarnos a Dios, necesitamos cultivar una fe sencilla y confiada en su amor incondicional y su providencia.
- Asombro y Curiosidad: Los niños se maravillan ante las cosas más simples y exploran el mundo con una curiosidad insaciable. Para experimentar la grandeza de Dios, necesitamos recuperar esa capacidad de asombro ante la creación y mantener una mente abierta y curiosa hacia lo espiritual.
- Receptividad y Aprendizaje: Los niños son esponjas que absorben conocimiento y experiencias con facilidad. Son maleables y están dispuestos a aprender. Para crecer en nuestra relación con Dios, necesitamos ser receptivos a su guía y estar dispuestos a aprender de sus enseñanzas.
- Dependencia y Vulnerabilidad: Los niños reconocen su necesidad de cuidado y no temen mostrar su vulnerabilidad. Para acercarnos a Dios, necesitamos reconocer nuestra propia fragilidad y permitirnos ser dependientes de su gracia y fortaleza.
Volver a ser como niños no implica abandonar la madurez intelectual o la responsabilidad adulta. Más bien, se trata de recuperar una disposición interior caracterizada por la humildad, la pureza, la confianza y la receptividad. Es un llamado a despojarnos de las capas de complejidad, prejuicios y orgullo que hemos acumulado con el tiempo y a acercarnos a Dios con un corazón sencillo y sincero.
La invitación a ser como niños es un camino hacia la autenticidad espiritual. Al abrazar estas cualidades infantiles, abrimos nuestros corazones a la presencia de Dios y nos permitimos experimentar una relación más profunda y significativa con lo divino. Es un viaje de humildad y entrega, un reconocimiento de que, en la búsqueda de lo trascendente, la sencillez del corazón es la llave que abre las puertas del Reino.
César Augusto Soto Fajardo
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24 DE MAYO DE 2025

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